John Bohannon, psicólogo de la Universidad Butler, en EE. UU., analizó los recuerdos de un nutrido grupo de voluntarios y se dio cuenta de que casi todos ellos podían describir con mayor detalle su primer boca a boca que el tan mitificado estreno sexual.
Este recuerdo se grababa tan vívidamente, según Bohannon, debido a la incertidumbre que acompañó al acto. El primer beso se da en una época –adolescencia– en que no dominamos todavía los códigos y el lenguaje de la seducción, además de que ninguna de las dos personas estaba segura de lo que iba a suceder cinco minutos antes del momento.
Helen Fisher, una de las grandes expertas mundiales en filematología (la ciencia dedicada al beso), nos recuerda que el primer beso supone el primer contacto con las hormonas de otra persona.
Para Fisher, que es antropóloga también de la Universidad Butler, la vivencia del primer beso es más disfrutada y profunda debido a que se convierte en la llave y en una suerte de ritual de iniciación a tres campos esenciales de la existencia: la necesidad del amor y la consecuente entrega, la experiencia del sexo y la proyección de compromiso y unión con otra persona.
