El médico danés Jacob Rosenberg comenzó a interesarse por el molesto fenómeno durante un largo trayecto aéreo a Nueva Zelanda. Según contó a la BBC, Rosenberg comprobó que su barriga se había hinchado durante el vuelo.
Al observar la botella de agua vacía que llevaba en la mochila, advirtió que esta se había expandido con la disminución de la presión del aparato al ascender, y contraído cuando aumentaba durante el descenso. ¿Y si pasaba lo mismo con los gases estomacales?
Rosenberg explica que “al caer la presión, el aire ha de expandirse en más espacio”, lo que aumentaría la flatulencia. Las estimaciones varían, pero se calcula que en el estómago y los intestinos de una persona se producen al día entre medio litro y tres litros de gases, generados por el aire ingerido durante las comidas y la fermentación que las bacterias intestinales hacen de los alimentos no digeridos.
FUENTE: http://www.sabiasundato.com/
