Cuando te enojas aumenta tu frecuencia cardíaca, sube tu presión arterial y se incrementan tus niveles hormonales, como la adrenalina. Pero no todo es taaan malo como parece. El enojo puede ir desde una ligera frustración e irritabilidad hasta una ira fuera de control ¡Aguaaas! De esa ira que está fuera de control no estamos.
Cuando te enojas aumenta tu frecuencia cardíaca, sube tu presión arterial y se incrementan tus niveles hormonales, como la adrenalina. Pero no todo es taaan malo como parece.
El enojo puede ir desde una ligera frustración e irritabilidad hasta una ira fuera de control ¡Aguaaas! De esa ira que está fuera de control no estamos hablando, porque puede afectar tu estado emocional, físico y cerebral.
La parte de tu cerebro que responde primero cuando te enojas es la amígdala, es la encargada de controlar tus emociones y tu respuesta instintiva al miedo y al estrés. Es capaz de procesar toda la información que puedas imaginarte, calificando los posibles peligros en microsegundos, es la culpable de que reacciones primero y pienses después.
Por si eso fuera poco, se genera un efecto dominó en el que el enojo se va hacia las glándulas adrenales y el cortisol, dándote una explosión de energía y fuerza. Esto redirige el flujo sanguíneo de tu estómago e intestinos hacia los músculos, preparándote para pelear. Tu presión sanguínea, umbral del dolor y temperatura se elevan, igual que tu respiración y ritmo cardiaco.
Enojarte genera una reacción fisiológica del cuerpo que busca llenarte de energía para que sepas responder a cualquier situación que se te presente. Peeero no todo es malo.
Ser un gruñón tiene sus ventajas
Aunque no lo creas, la ira, la tristeza y el pesimismo son funciones útiles que nos ayudan a soltar y que podamos ir más ligeros por la vida. Se cree que esta respuesta fisiológica evolucionó para preparar al cuerpo en una la agresión física, pero no, en el fondo tiene otros beneficios.
Por ejemplo, enojarte aumenta tu motivación y te da el valor suficiente para correr riesgos mentales y enfrentar cosas que sin esa emoción, no lo harías.
Todos estos cambios fisiológicos son muy útiles, siempre y cuando tengamos la oportunidad de dar rienda suelta a la ira (pegando un grito, por ejemplo o rompiendo un papel).
Puede que eso aleje a algunas personas, te vean raro o digan “¿Qué onda?” pero lo que sí te aseguramos es que con este tipo de acciones tu presión arterial volverá a la normalidad. Porque literalmente estás liberando el enojo.
De hecho, que evites el enojo o el malhumor tiene consecuencias más graves que pegar un grito y asustar a alguien.
No todos los beneficios son físicos
El enojo te puede ayudar a la hora de negociar. Algunas investigaciones dicen que tiene que ver con la forma en la que nos expresamos cuando nos enojamos.
Puedes usarla para enfocar tu mente y tomar el valor y la energía necesaria para actuar cuando realmente lo necesites.
La ira no es mala en sí misma, solo es importante ejercer control sobre esta emoción tan poderosa para canalizarla de manera efectiva. Porque tampoco se trata de agredir a alguien y luego quedarte muy tranquilo.
Sino de canalizar lo que sientes, desahogarte, atreverte a dar un paso o liberar el estrés.