SÚPER TOLERANCIA AL HAMBRE.
El sandwich de mamá se convertía en el único alimento que muchas veces podíamos consumir durante la jornada de ocho horas, así que, aunque no quisieras, debías aprender a sobrevivir con muy poco en el estómago.
Esta habilidad es de las más útiles en la vida adulta pues, cuando la quincena parece que no rendirá, podemos engañar a nuestro cuerpo y reducir nuestro número de comidas, o aguantar con papitas y dulces. No es muy recomendable y tiene algunos riesgos, así que no abuses.
ESTÓMAGO DE PLOMO.
La voluntad no siempre era suficiente, y cuando por alguna razón olvidábamos nuestro lunch en casa, debíamos recurrir a los alimentos más baratos para satisfacer, aunque fuera un poco nuestra hambre.
Los puestos callejeros se volvieron los mejores amigos de los universitarios, pues por 10 pesos podías comprarte al menos una gordita de chicharrón salida del caldero grasoso de doña Pelos, el cual seguramente provocaría enfermedades a quienes no están acostumbrados a este tipo de gastronomía fina.
SÚPER LENGUA DE PLATA
Aunque fueras el ser más matado del planeta, era imposible no verse inmerso en algún problema, gracias a la ayuda de tu grupo de amigos.
Estos conflictos ocasionales te llevaban a buscar la manera de evitar los castigos mediante el uso adecuado de la palabra, sobre todo al enfrentar a los prefectos, quienes podían decidir pasar de largo y dejarte libre. Esta capacidad de diálogo con la autoridad, fue la base para que muchos aprendieran a argumentar correctamente ante una injusticia, e incluso para conseguir salir bien librados de un error.
*DAILYTREND