Transnistria es del tamaño de la ciudad de Dallas (EE.UU.) y está ubicado entre Moldavia y Ucrania, en Europa Oriental. Tiene una población de poco menos de 500.000 residentes, la mayoría de los cuales habla ruso. Y a los ojos del mundo, oficialmente, no existe.
Hace tiempo, Transnistria fue parte de Moldavia, pero en 1990 declaró la independencia después de la caída de la Unión Soviética, y la alianza de Moldavia con Rumania. Luego, hubo una breve guerra, con unas 1.500 bajas, que terminó en un callejón sin salida.
Transnistria se mantuvo independiente de Moldavia, pero no está oficialmente reconocida como nación. No es parte de ningún otro país y, sin embargo, no es un país en sí mismo. Su dinero es completamente inútil fuera de sus fronteras, y sus pasaportes son inutilizables.
Al igual que Cuba e incluso Corea del Norte antes, Transnistria se ha convertido en un lugar turístico para los viajeros que buscan aventuras que involucran retroceder en el tiempo. Al pasear por una de las ciudades de Transnistria, los viajeros se topan con las estatuas de Lenin y la orgullosa exhibición de íconos comunistas. En Transnistria, la Unión Soviética está viva y coleando.
En declaraciones a National Geographic a principios de este año, un guía turístico local dijo:
“Mostrar mi hermoso país a los extranjeros es mi contribución para elevar el reconocimiento internacional sobre mi tierra natal. No existimos oficialmente, pero cuando las personas nos visitan, sentimos que de alguna manera existimos”.
*PERIODISMO