Ícono de la moda. Amante de los animales y la naturaleza. Sobreviviente al dolor crónico. Enamorada del ser humano, independientemente de su género. Firme en sus convicciones sociales y políticas. Promotora de la aceptación de las imperfecciones físicas. Mujer adelantada a su tiempo. Y por último, pero no menos importante, la artista femenina más popular en la historia.
No es una exageración decir que, por estas u otras razones, Frida Kahlo nos representa a todos. Sí, todos somos Frida de alguna u otra forma, independientemente de si nos gusta o no su obra. Pero, ¿por qué Frida Kahlo despierta esa fascinación? Nos identificamos con sus pasiones, sus dolores, sus alegrías o sus ilusiones; la sentimos cercana, la consideramos nuestro «cuate» (como firma en varias de sus cartas a sus amigos) o la hacemos nuestra Frida, nuestra Friducha.
Su honestidad, su actitud desparpajada ante la vida y su forma de encarar las tragedias la hacen un personaje entrañable con el cual es fácil empatizar. Y es que, ¿quién no ha sufrido alguna vez dolores físicos o emocionales que, por muy pequeños, nos derrotan? Quizá no al grado de que el pasamanos del camión en que viajamos atraviese nuestro cuerpo después de chocar con un tranvía, provocando daños físicos irreparables; o bien al sentir el corazón irremediablemente roto, luego de enterarnos que nuestra pareja nos fue infiel con un familiar cercano. Frida somos todos aquellos que sufrimos dolores físicos y emocionales, en mayor o menor medida.
Frida somos quienes buscamos la libertad, quienes marcamos la diferencia, quienes huimos de lo convencional.
*SWAGGER