Peor para ellas:
Las mujeres salen peor paradas. Se ha encontrado que las mujeres recién divorciadas, y también las casadas que se declaran poco felices o con maridos hostiles, tienen un sistema inmunitario más débil.
Peleamos diferente:
Tenemos distinta organización cerebral (nuestra corteza prefrontal madura a velocidad distinta, en las mujeres madura a los 22 años; en los hombres, a los 25) y por motivos evolutivos.
Hormonas en juego:
El tono de una disputa depende a menudo de los niveles hormonales de la mujer durante su ciclo: mientras los estrógenos la alteran, la progesterona le induce un estado de somnolencia.
El lado animal:
La última hipótesis que menciona Calixto es la antropológica, que nos emparenta con otras especies de mamíferos pero con los debidos matices evolutivos. El macho discute violento, con muchos gestos y sugiriendo furia, mientras que, en la hembra, la pelea implica defensa.