Del amor al odio:
En 2008, científicos de la Universidad de Londres revelaron, mediante una resonancia magnética realizada a 17 individuos, que la red del cerebro que se activa al odiar es casi idéntica a la que se activa por el amor. Es decir, el amor y el odio tienen áreas comunes en el cerebro. Por una parte, la corteza prefrontal, que intenta inhibirse, y por otra, el sistema límbico, más emocional e impulsivo.
Lo bueno de la pelea:
El enojo nos hace competitivos, nos permite una mejor interacción con el entorno y nos sirve para encarar adecuadamente una sociedad con hechos adversos. Discutir en pareja ayuda a mantener la mente en activo y frena el deterioro cognitivo, según atestigua un equipo de investigadores escandinavos dirigido por el psicólogo Krister Hakansson. Ahora también parece que alarga la vida.
Mejor sácalo:
Verónica Rivas, directora del Centro de Psicología Integral, una institución privada, asegura que es mejor ventilar los problemas a no discutirlos, y que los inconvenientes vienen cuando la gente es “analfabeta emocional”. Que la ira y el enojo se queden atorados y no se sepa cómo manejar las emociones a la larga puede causar enfermedades como artritis, diabetes o ataques al corazón.