Cuando éramos niños, una de las cosas que más nos entusiasmaban de las fechas decembrinas eran las posadas. Y no porque nos dieran ponche con caña o porque nos tocara encabezar la peregrinación, ¡NO! Sino porque había piñatas con un montón de dulces que podíamos devorar sin que nadie nos dijera «se te van a picar las muelas».
Ollitas de chile, pulparindos, rocaletas, duvalines, paletas de chile y chiles de bola eran sólo algunas de las cosas deliciosas que nos saboreábamos y que deseábamos encontrar cuando se rompiera la piñata. Pero como en todo en la vida, nada resultaba. Y es que en lugar de este tipo de dulces, nos topábamos con los más feos.
Estos son los dulces que nos hicieron chillar:
Colación
¡Eran como de abuelita! Además de tener los colores más aburridos, su sabor era muy ácido.
Dulces de fresa
Pudiendo comprar papas o uno que otro brinquito, ¿por qué nos daban estas cosas? A veces creemos que era un plan de nuestros papás. La razón: cuando NADIE las quería, ellos eran los únicos que se «sacrificaban» y se las comían.
Mini chicles
Su tamañito era la onda, pero siempre nos quedábamos con ganas de más chicle.
Dulces con pasas en medio
Otro de los caramelos que nos hacía berrear… y todo por la pasa que llevaban al centro. Estos siempre tenían un final muy triste y era el ser abandonados en el piso porque la mayoría de los invitados les huían.
Pirulis
Además de su sabor que no era muy agradable, los pirulis eran malos dulces de piñata porque cuando caían se terminaban rompiendo. ¿Recogerlos? ¡Nah! Si estaba rotos ya para qué.
Gelatinas mini
Después de escuchar la historia del niño que se ahogó con estas gelatinas -ajá, contada por nuestra mamá-, las mini gelatinas, más allá de odio, nos provocaron miedo.
Cacahuates
Ya sabemos que NO son un dulce, pero las personas que llenaban las piñatas adoraban meterlos como si lo fueran. ¿Por qué si eran tan fans no mejor ponían mazapanes o algo parecido?