Parece un acertijo con trampa, pero la naturaleza no deja de sorprendernos, y el microscópico mundo de los ácaros, a parte de provocarnos alergias y constituir un 15% del peso de nuestros colchones, también tienen unas costumbres reproductoras muy peculiares. Un ejemplo es el ácaro de la especie Adactylidium, que volvió loco a los investigadores porque no se explicaban qué pasaba con los machos. Nacían e inmediatamente se morían.
La respuesta era muy sencilla, cada hembra de Adictylidium ya está fecundada al nacer y lo primero que hace es parasitar, aferrarse a un huevo de tisanóptero, una especie de insecto que se alimenta de plantas, así obtiene todo el alimento que necesita para su corta vida y que las larvas se desarrollen en su interior.
48 horas después de que mamá ácaro se aferre al huevo, se abren entre seis y ocho huevos dentro del cuerpo de la hembra, estas larvas van creciendo y alimentándose del cuerpo de su madre, maduran y se convierten en ácaros todavía dentro del cuerpo de la madre y allí las hembras son fecundadas por el único macho de la familia, en ese momento, salen del cuerpo de la madre, que ya está muerta, no es más que una cáscara llena de restos de esqueletos de larvas y ninfas desechados, heces y una masa de ácaros adultos.
Abren agujeros en la piel de la madre y salen al exterior, reaccionan como quiera que reaccionen los ácaros ante las glorias del mundo y el único macho muere inmediatamente, ya ha cumplido su única labor. Las hembras buscarán otros huevos de tisanóptero y comenzará un nuevo ciclo.
Por lo menos el macho de adactylidium llega a nacer, para nada, pero nace, su primo el Acarophenax tribilii muere en el interior de la madre después de fecundar a sus 14 hermanas.