Orígenes del lapiz labial:
Aunque se cree que ya existía en las civilizaciones antiguas: ‘El primer pintalabios de la historia se ha encontrado en la región sumeria de Ur’ asegura la escritora Jessica Pallingston en el libro ‘Lipstick: A celebration of the World’s Favorite Cosmetic’. Sin embargo, la usuaria de barras de labios más célebre de la Era Antigua fue Cleopatra, quien lo elaboraba a partir de cochinillas.
La reina Isabel I de Inglaterra fue una auténtica fanática del rojo de labios:
Durante la dinastía de los Tudor, el maquillaje era empleado como símbolo de estatus, de ahí que la reina acostumbrase a pintar su boca y mejillas con ungüentos hechos a base de plantas y cera de abejas. Además, existía la creencia de que estos productos tenían propiedades curativas, razón por la que, en el momento de su muerte, se encontró a la monarca con una espesa capa de producto en los labios.
La Inglaterra del siglo XVIII mostró su rechazo al pintalabios incluso mediante la ley:
En 1770, el parlamento británico propuso una norma que podía anular los matrimonios en los que se demostrara que la mujer había seducido al hombre mediante el uso de este cosmético.