Como un ejemplo maravilloso de un buen padre, tenemos a Josh Marshal, de 28 años, quien hizo algo que no todos los hombres harían por sus hijos.
El pequeño Gabriel Marshal, de 8 años, fue diagnosticado con un atrocitoma anaplástico, una clase de tumor maligno por el que se tuvo que someter a una cirugía. No sólo había una marca en el cuerpo de Gabriel que le recordaba lo difícil que es luchar contra el cáncer, además, no todo el tumor pudo ser extraído por completo.
La cicatriz hacía sentir al niño “como un monstruo”, según sus palabras. Obviamente eso le partía el corazón a Josh y sentía que debía hacer algo al respecto.
En respuesta a la difícil situación, su padre decidió que llevaría consigo la marca de su hijo, como una prueba de que lo acompañarlo en su lucha contra este mal. Por eso fue que se tatuó la misma cicatriz en el lugar exacto que Gabriel la tiene.
*SOPITAS