RECORRIÓ EUROPA EN BICICLETA POR AMOR

Mahanandia conoció a Charlotte Von Schedvin en 1975, por pura casualidad. Él trabajaba como dibujante en un centro comercial en Nueva Delhi, y Charlotte, de Suecia, estaba de visita en la India como turista.

Un día, mientras caminaba por la ciudad, notó un joven con un cartel que decía “un retrato en 10 minutos por 10 rupias” y decidió probar el servicio. Se sentó para el retrato, pero algo hizo que el hombre se pusiera nervioso, ya que sus manos no dejaban de temblar. Decepcionada con el resultado de su dibujo, pero intrigada por el hombre, decidió volver al día siguiente para uno nuevo, pero el resultado no fue mejor.

La turista sueca descubrió más tarde que PK Mahanandia tenía una muy buena razón para estar nervioso. En el momento en que había puesto los ojos en ella.  Ella también se sentía atraída por él, y a pesar de las extrañas preguntas, parecía honesto, lo que sólo hacía más curioso el porqué de haberle preguntado todas esas cosas.

Siguieron encontrándose, y menos de tres semanas más tarde, PK llevó a Charlotte a su pueblo natal de Orissa, donde se casaron según la tradición. Poco después llegó el momento de que la sueca volviera a casa con sus amigos, pero acordó con su nuevo marido que se reunirían en la ciudad sueca de Boras. Incluso trató de dejarle dinero para el billete de avión, pero el joven orgulloso se negó a tomarlo.

Se mantuvieron en contacto por carta durante un año, pero la situación financiera de PK no mejoraba, por lo que no podía permitirse un viaje en avión a Suecia. Pero no iba a renunciar a la mujer de su vida, así que vendió todas sus pertenencias, compró una bicicleta por 60 rupias, y decidió ir en bicicleta hasta el país del norte de Europa, a través del popular “sendero hippie” que muchos europeos cruzan en motocicleta hacia la India.

Dejó Delhi el 22 de enero de 1977, pasando a través de Pakistán, Afganistán, Irán y Turquía para llegar a Europa. “El arte vino a mi rescate. Hice retratos de personas y algunos me dieron dinero, mientras que otros me dieron alimento y refugio”, dijo Mahanandia. Incluso cuando no sabía el idioma del país en que se encontraba, el arte actuó como lenguaje universal y siempre lo sacó de problemas.

 

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